Elefante, desesperado de sed


Domingo a la tarde, el primer calor primaveral aún aprieta y uno de los elefantes del Zoológico mendocino sigue a la distancia, nervioso, los pasos de uno de los cuidadores.

Luego, encara apurado hacia donde se amontona la gente, junto al sendero.

Desesperado, se para al borde de la fosa que circunda su “territorio” para intentar tomar un poco del agua que empieza a brotar de una manguera, al otro lado de esa zanja, con serio riesgo de caerse y sin importarle las puntiagudas piedras colocadas allí. El animal, no hace falta decirlo, no tiene ningún receptáculo para el agua.
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